Comenzamos la semana 23 de embarazo. Tu bebé mide aproximadamente unos 28 cm y pesa unos 500 gramos. Continúa ganando peso y bajo su piel, comienza a acumular capas de grasa que le ayudarán a regular su temperatura al nacer.
Su piel ya no es translucida sino que empieza verse de color rosado y arrugada. La piel de tu bebé es todavía tan fina que las venas se le transparentan y le dan ese tono rosado. Y aunque se empieza a depositar el pigmento que colorea la piel, el verdadero tono de su piel se asentará durante su primer año de vida.
Sus ojos están completando su desarrollo, aunque su iris todavía no está pigmentado. Cuando nazca, ni siquiera tendrá el color definitivo, pues hasta aproximadamente los seis meses e incluso hasta el primer año de vida puede no definirse.
Sus sentidos continúan desarrollándose y cómo comentamos en la semana 22 de embarazo es capaz de percibir los estímulos que provienen del exterior.
Sus sistema digestivo, circulatorio y respiratorio están madurando y preparándose para la vida fuera del útero. Traga liquido amniótico de la placenta para ejercitar el sistema digestivo mientras los pulmones siguen ensayando movimientos de respiración.
Sus huesos siguen su transformación pasando de cartílago a hueso. Es un proceso de calcificación que se inicia en el centro del hueso y progresa hacia los extremos, y que seguirá una vez haya nacido el bebé hasta varios años después.
Mientras todo esto le ocurre al bebé, la madre nota cambios a nivel postural debido al aumento de peso que provoca modificaciones en la curvatura de la espalda y en las piernas. El peso y volumen de la tripa hacen que se modifique la curvatura de la espalda y en las caderas provoca una leve rotación de las piernas hacia afuera.
Para combatir las molestias, utiliza un calzado adecuado, aplicar calor seco en la zona, practica ejercicio de forma moderada y cuida tu postura evitando malos hábitos como estar sentada durante tiempos prolongados, cruzar las piernas al sentarse o agacharse sin doblar las rodillas.
